jueves, 27 de junio de 2013

La Chispa, el arte bomba:

La chispa, esa inercia concentrada en los parajes más escondidos de las grandes urbes, allá, en primera línea de fuego o quizá en pequeños reductos rurales, no claudicantes, retumba en su despertar. Rugiente, el rumor constante de la desazón se manifiesta como expresión del arte, entre tinieblas prohibidas y luces tenues. Siempre, claro está, al calor de la madrugada. Aplaudo y deseo ensalzar cada una de estas explosiones actuales que surgen como contestación inconformista.

Cada vez más espacios, debido a la marginalidad a la que nos vemos sometidos, se producen fuera del ojo dominador, que todo manipula y muta a su antojo. Esas pequeñas hogueras en la oscuridad profunda, esas estridencias en lo plano, son las barricadas de expresión del siglo veintiuno. Para nada hablo de conformarse con hacer “performances” en lugar de quitarle el poder a los Generales del Desastre, pero si cada antorcha quema y a la vez es reprimida, es porque sus brotes, son espinas más agudas de lo que la élite cuadrúpeda puede consentir.

La falta de entusiasmo creado se transforma por lo tanto en agitación intelectual. Efervescencia de ideas, de acción. Mezcla de estilos que pretenden explotar y romper lo impuesto, pero también crear suavidad dónde ampararse. Ese mundo paralelo, que otorga lo mágico. Ese pequeño habitáculo, donde todo artista, se relega para estar cómodo.

Cada sentimiento plasmado, cada reflexión trazada, se hacen cuchillas que rompen y rasgan el aparato de ignorancia o mejor dicho, de fabricación de ignorantes. Pero, si esas muestras se producen en los rincones, en los huecos, dónde peor llega la escoba del sistema, entonces el arte se transforma en acto revolucionario. Si es que alguna vez, dejó de serlo. No es cuestión, ni mucho menos, de afirmar que esa transformación de ideas haya surgido conscientemente como una confrontación, al igual que en los años  veinte, el swing era bailado por muchos, simplemente por alegría y diversión. Lo que sucede es, que en medio de la tiranía y en una contextualización social dada, cada acto de color, se transforma en bomba lapa, que lentamente mina, el analfabetismo ideológico.


Pues bien, he aquí la grandeza de los suburbios creadores, siendo quizá algunos, cloacas de la gran máquina, se convierten en baches en el camino trazado. Así, debo complacerme por cada idea comunicada con una estética determinada, pues a día de hoy, es lo que más tambalea a los uniformes poderosos. Cada sueño en cada línea, una esperanza. 

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