Hay personas que viven día a día con
esperanza. Pero a veces, esas personas ven frustradas sus ansias, sus deseos,
sus anhelos. Y no deben confundir la esperanza con testarudez. Hay cosas, que
simplemente son imposibles y los soñadores deben, a veces, ser realistas. Por su
propio bien. La esperanza es buena, hace llevar la vida con alegría. Es una
buena compañera en el camino que recorremos. Pero si se confunde, puede ser la
peor enemiga. Uno, no se puede dar cabezazos contra la pared todos los días.
Uno, no debe vivir de una fantasía. El mundo es como es, y asumir la realidad
es necesario. No podemos pretender llegar a donde no llegamos, ni buscar lo que
no existe.
Hay días tristes para los potadores de
esperanza. Momentos, en los que eres consciente de tus dificultades, de tus
carencias, de la incapacidad de realizar tus sueños. Esos días, los soñadores,
se esconden en un rincón oscuro y lloran. Lloran por tener sentimientos. Lloran
por no comprender una realidad fea o injusta. O simplemente, una realidad que no
se ajusta a las expectativas. Hay días tristes en la vida de los luchadores. Hay
días que quieren ser personas normales. Pragmáticos con el mundo que les rodea.
La esperanza a veces es una carga.
Cuando esas personas sufren un golpe en sus
objetivos. Cuando encuentran la respuesta que no buscaban. Deben no confundir
el deseo con la capacidad. No deben confundir la meta, con una vida de miseria.
Con una vida proscrita encerrada en un sueño que se transforma en pesadilla. Hay
veces que por desgracia, ni las ansias más fuertes rompen los muros de cemento
y ladrillo. Esos soñadores, se ven suspendidos en un camino perdido a ninguna
parte. En un viaje inesperado sin retorno.
Si no hay solución, no hay esperanza. Pero,
la no esperanza, no está en la forma de entender de los libres. De los
enfermos del optimismo. Entonces, por lo menos, deberán descansar en su lucha.
Deberán postergar sus anhelos. Invernar los deseos y dejarlos aparcados.
La realidad es dura y más dura es cuando no
se conoce. Hay que despertar y seguir adelante. La esperanza es una forma de
vida, no se puede dejar de creer. Pero hay que saber utilizarla. Aprender a vivir
con ella sin sufrir por ello o sin sufrir demasiado.
Si no hay solución, no hay esperanza. El
dolor de estas palabras me abruma, pero más me confunden las ganas y las ansias.
A mí siempre me gusta pensar y decir que estoy condicionado por un millón de cosas, condicionado incluso por el mundo en que me ha tocado vivir y el cómo, pero nunca determinado. La diferencia es que como dice Freire, en tanto que somos seres condicionados por nuestro entorno existe la posibilidad de cambiarlo y transformalo, mientras que la determinación nos lleva al vacío de esperanza del que hablas. Genial este post y tiene buena pinta la nueva sección ;)
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