domingo, 23 de octubre de 2011

Injusticia Cotidiana

Hoy por la mañana he ido a desayunar al bar de mi barrio, forma parte de mi cotidiana vida de los domingos. Compro el periódico, cojo un libro y así paso las horas absorto en una de las mesas del local.Todo ello mezclado con algún cigarrito en la puerta del mismo.

Estas salidas a la entrada del local, sirven para romper mi ensoñación y poder conversar con la gente del barrio. En una de estas conversaciones, Pedro (nombre inventado, como los que posteriormente saldrán en el relato) me cuenta que hace una hora han llegado tres coches de policía municipal a la entrada del Sierra Nevada, el bar del que hablamos. -Han venido a por Miguel, dice exaltado. 

Miguel, es un hombre que se gana la vida vendiendo fruta y verdura, en un puesto improvisado  en su furgoneta. Es venta ambulante al pie de la acera y eso, en esta nuestra España, no está permitido. 

Pedro sigue con la historia y me cuenta, que no sólo le han multado, le han requisado toda la verdura. Me quedo estupefacto y él se da cuenta, así que prolonga el relato. Me cuenta, que a él también le quitaron veinticinco euros mientras trabajaba aparcando coches, de gorrilla, como se suele decir.

Cuando termino de hablar con Pedro, bastante compungido por lo sucedido, vuelvo a mi lugar de lectura. Esta mesa tiene la peculiaridad de encontrarse al final del comedor, siempre me siento mirando a la puerta, lo cual me proporciona una visión general del bar, pasando bastante desapercibido. 

Como si de fogonazos se trataran, me vienen las conversaciones de los pobladores de la barra y del comedor. Ese día sólo se habla de Miguel y de su fruta. Los ánimos están caldeados, pero no pasará nada. En este barrio saben muy bien cuál es la función de la policía, en este barrio saben muy bien, que la policía no está para protegerles, está para vigilarles. Lo saben y se resignan a ello, llevan años haciéndolo. 

Llevo cinco años viviendo en este singular barrio de Granada y he visto muy poca presencia policial. Nunca les he visto por la noche vigilando las casas. No estaban la noche en la que atracaron a la vieja Amalia, ni tampoco la tarde que pegaron y robaron a Juan, el chaval de quince años que volvía de entrenar. Solamente les he visto algunas veces interrogando e identificando a los chavales del barrio que sacan a sus perros en el parque, supongo que deben fumar algo muy peligroso y las autoridades están allí para velar por su salud. 

Hoy ya sé que la Policía Municipal de Granada tiene otra función en mi barrio, hoy he descubierto que también le roban la fruta a Miguel. ¿Cuándo empezaremos a darnos cuenta de cuál es la verdadera misión de la policía? Su verdadera misión es mantener el orden, el orden entre clases y que a nadie se le ocurra saltárselo.


(Todo lo dicho en el texto, es cierto, lo único inventado son los nombres de los personajes)









5 comentarios:

  1. Es una pena que con todo lo que hay por hacer, se pierda el tiempo arruinando las pocas formas honradas que le quedan a algunos para buscarse la vida.
    Gracias Fito.

    ResponderEliminar
  2. El arte del pastoreo......al que se salga del redil, Le achuchan los perros. Buen apartado para el blog. Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias por vuestros comentarios amigos.

    Es una historia que creía necesario escribir, se la debía a la gente con la que he convivido este tiempo.

    Saludos compañeros.

    ResponderEliminar
  4. Como imagino que el barrio del que hablas es el mismo que en parte conocí, solo me queda decirte que hace falta más gente que como tú cuente estas historias cotidianas, para levantar prejuicios, para concienciar a otras personas y para reflejar la realidad que nunca se cuenta.

    ResponderEliminar
  5. ¡¡Muchas gracias MDA!!

    Efectivamente el barrio es el que imaginas. Creo que tú y yo nos parecemos mucho en eso, no podemos callarnos con lo que vemos. Espero que también haya más gente como tú, nos harán falta.

    Un abrazote!

    ResponderEliminar